• Cuando hacerse pequeño, es hacerse mejor

    Hoy queremos reproducir el artículo publicado en el diario El mundo de uno de los grades periodistas y críticos de este país, Víctor de la Serna, sobre la cata de los vinos de nuestra bodega Valdelacierva, Rioja.

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    De la cantidad viene la ganancia. En el mundo gastronómico español esa creencia ha estado en el origen de mucha cantidad -de vino, de aceite, de jamones … – y de mucha mediocridad. Ya se ha comentado aquí varias veces, y también cómo estamos saliendo de aquella masificación, produciendo menos pero mejor, dejando muchas prácticas industriales y recuperando otras artesanales. Hace apenas un mes nos hacíamos eco de la queja de la asociación de los productores pequeños, Bodegas Familiares de Rioja, sobre la desaparición de 53 bodegas y de casi 3.000 viticultores durante los últimos 1 O años, «por una política basada más en la producción de cantidad en lugar de calidad, las complicaciones burocráticas y la falta de apoyo institucional para el modelo de negocio familiar. Es cierto: a los pequeños se les ayuda poco, pero en toda España los que están sobreviviendo -y no digamos al año de la pandemia, cuando han caído las ventas más que en cualquier otro país porque este es el país donde más porcentaje de vino se vende en la hostelería, y esa ha estado cerrada o semicerrada en casi todas partes- lo logran a base de calidad y autenticidad.

    Otro camino, quizá aún más arduo, es el de los grupos productores de gran tamaño que aceptan reducirse, decrecer, para pasar a desarrollar vinos de mucha más clase -y más valor añadido ­procedentes de una sola viña, o un solo paraje, o de cepas muy viejas, y con métodos mucho más naturales. Hace ya dos años que presentamos en EL MUNDO uno de esos -escasos–grupos que se hacen intencionadamente más pequeños, y acabamos de volver a catar sus productos. Es un camino original y alentador, que deberían emprender más bodegas.

    Este grupo, Hispanobodegas, se formó hace pocos años con bodegas en Rioja – Valdelacierva-, la Ribera del Duero soriana – Gormaz- y Rueda  -Garcigrande- y fue proyectado inicialmente para una gran producción de vinos de gama media. Ya no, al menos en las dos primeras bodegas, ya que el proceso no parece haber empezado en la de Rueda. Para hacerse una idea, entre Valdelacierva y Gormaz -la antigua cooperativa de San Esteban de Gormaz, privatizada en 2004- controlan más de 400 hectáreas. A lo grande, como aquí se gastaba: con esa superficie se pueden producir en esas zonas más de tres millones de botellas al año. Y eso, tirando por lo bajo. Otra decisión importante en su transformación: no hacerlo de ningún modo al estilo años 90, también llamado estilo Parker, que tantos partidarios y practicantes ha tenido, sobre todo en la Ribera. Ya saben: es a base de lujosas sopas de roble. En vez de ello han hecho un examen a fondo de su excelente patrimonio vitícola para identificar las viñas con potencial de finura y personalidad, mediante un estudio detenido de sus suelos y orientaciones, cuyas uvas se ensamblan en cuvées de tamaño modesto, o en algunos casos se elaboran desde una única parcela.

    Hace dos años, cuando los catamos por primera vez, eran menos numerosos los vinos de un solo lugar que elaboraban, pero con la nueva reglamentación de Rioja han registrado ya 10 viñedos singulares
    (aunque ellos prefieren llamarlos únicos) y están sacando al mercado lotes inhabitualmente pequeños: vinos que sólo dan para 1.000, 2.000, 3.000 botellas … Valdelacierva, basada en Navarrete, tiene lo esencial de sus viñas en la Sonsierra y en Rioja Alavesa, a las que ha añadido viejas parcelas de garnacha en Tudelilla. Gormaz, en la parte más oriental, alta y fría de la Ribera, las tiene en localidades que ya van adquiriendo renombre, como Atauta o Alcubilla de Avellaneda.

    Las mujeres, cuya sensibilidad está desempeñando un papel cada día mayor en el desarrollo del viñedo y las bodegas españolas en la buena dirección, parecen importantes en esta empresa. Dos de ellas, Raquel Ruiz y la enóloga Emma Villajos, dirigieron el otro día una cata en  Madrid que amplió el abanico de sus vinos, siempre con esas virtudes que descubrimos en 2019: delicadeza en el trato de la uva (grandes tinas de madera y barricas), poca extracción, roble francés no nuevo, que m¡µ-ca muy poco el producto. En medio de tanta noticia negativa en el mundo del vino -nos han llegado noticias de más de una situación grave-, este reencuentro ha supuesto la alegría de comprobar que se puede hacer, y que es uno de los modelos de reconversión hacia la calidad y el terruño del desequilibrado sector vitivinícola español.
    Nos han impresionado mucho, de la bodega  riojana, el delicado Valdelacierva Grano a Grano, un tempranillo de la Finca La Botija en Baños de Ebro, cuyas uvas se despalillan totalmente a mano para mantenerlas enteras y culminar una maceración intracelular impecable, y el fresco Valdelacierva Montepedriza, uno de esos viñedos únicos, de cepas de garnacha con 85 años en Tudelilla. Por su parte, Gormaz, bajo su marca 12 Linajes, hace también un notable Grano a Grano del ya legendario paraje de Valdegatiles en Atauta. Y pronto saldrá al mercado el finísimo 12 Linajes Senda de la Estación 2019, nuevo vino de una finura borgoñona.
    No son aún vinos muy conocidos, pero merece la pena buscarlos …

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